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martes, 26 de septiembre de 2017

2 estrategias de regulación emocional.

Regulación emocional ¿Por dónde empiezo?





Para empezar hablar de esto es importante ponernos en contexto y conocer qué son exactamente las emociones y los sentimientos, porque a pesar de que son palabras que se suelen usar de forma ambigua,  son dos conceptos diferentes. 

LAS EMOCIONES son cambios físicos que se producen en el cuerpo (cambios internos y conductuales) ante alguna situación y que lo preparan para la acción. 

Las emociones tienen 4 aspectos distintivos:

  • Van dirigidas a realizar una acción.
Tienen un objetivo: realizar alguna conducta.  
  • Están relacionados con activación fisiológica.
Vienen acompañadas de sensaciones corporales para ayudarnos a su detección. 
  • Están dirigidas por programas motivacionales.
Llevan detrás un motivo para aparecer. Con ellas se pretende conseguir alguna cosa.  
  • Son diferente de los sentimientos.
LOS SENTIMIENTOS requieren de consciencia, mientras las emociones son reacciones fisiológicas innatas e inconscientes. En otras palabras, los sentimientos son las representaciones mentales que hacemos basándonos en la percepción consciente de los cambios fisiológicos que se están produciendo cuando estamos emocionados. 

Son la "definición" que hacemos de las sensaciones que provocan en nosotros las emociones.

¿Por qué son tan difíciles de controlar? 


Las respuestas emocionales surgieron como herramienta de adaptación y supervivencia hace millones de años. No eran más que respuestas innatas simples (señales de alerta) ante posibles amenazas por lo que debían de ser rápidas y precisas (cada reacción debía ser la adecuada para cada situación). Imagina que tu vida depende de cómo respondas ante una situación determinada. Si tienes miedo, corre!  

A pesar de que las emociones han ido evolucionando con nosotros, haciéndose cada vez más complejas, han conservado su finalidad innata: la de advertirnos de posibles peligros. Es esta finalidad adaptativa de inmediatez (de vida o muerte) la que nos dificulta el "pensar antes de actuar" y nos lanzamos al vacío de las emociones.

Es decir, controlar las emociones es complicado porque requiere anular una respuesta que está programada genéticamente en todos nosotros.




Aún siendo seres racionales, nuestro cerebro emocional está preparado para actuar ante cualquier amenaza (real o ficticia) sin pararse a pensar en las consecuencias a largo plazo.



El cerebro es capaz de procesar cientos o  miles de datos en tiempo récord. Lo hacemos cada día sin darnos cuenta, sin pensar en ello. Pero al contrario de lo que se suele pensar, la percepción consciente de los estímulos (externos o internos) lleva tiempo. Un tiempo que para nuestra alarma innata significa vivir o morir, por lo que nuestro cerebro emocional prefiere actuar ya que como dice el refrán: "es mejor prevenir que curar".  


Entonces, ¿Qué puedo hacer para regular mejor mis emociones?

 Diversas investigaciones afirman que para cambiar la forma en que vives tus emociones tienes que cambiar tu forma de interpretarlas.  Pongamos por ejemplo (y para aprovechar un post anterior), el miedo a hablar en público. Si la reacción de agitación que te produce la sola idea de hacer una presentación ante una audiencia la interpretas como algo negativo tu cerebro la convierte en una señal de peligro o amenaza, lo que provocará una sobre-excitación llevando a una reacción ansiosa o incluso a una crisis de ansiedad.  Mientras que si esta misma reacción de agitación es interpretada de manera positiva tu cerebro percibe la tarea como un reto y  la traduce en  ganas o excitación  y utilizará esa energía como un recurso para superar mejor el reto.

Por tanto, y aunque existen modos distintos para controlar nuestras emociones, aquí dejo 2 ejemplos de estrategias a utilizar para el control emocional:
  • Dirigir la atención hacia aquello que causa la emoción.
Concentrarnos en la causa de la emoción. La causa real, para esto tenemos que mirar más allá de lo superficial del problema, hacer una descripción del estímulo o situación y determinar si este supone realmente una amenaza o no, hacer un análisis de los recursos de los que disponemos para hacer frente al reto y delimitar las posibles soluciones al mismo. 
  • Hacer algún cambio mental para ver las cosas de otro modo. 
Dejar de pensar en los problemas como una amenaza y pasar a considerarlos un reto. Una oportunidad para descubrir nuevas aptitudes, trabajar nuestras fortalezas (que todos tenemos alguna) y centrarnos en los recursos con los que contamos para hacer frente a la adversidad. En pocas palabras, cambiar la interpretación que hacemos del "problema". 

Aprender a regular las emociones tiene mucho que ver con la forma en que las interpretas.

Existen otras técnicas que ayudan a la regulación emocional como el entrenamiento en relajación, técnicas de meditación, Mindfulness y la actividad física (ejercicio cardiovascular de intensidad moderada, Ioga y/o Pilates). Estas técnicas suelen funcionar porque te enseñan a estar en el momento presente y te dan permiso a preocuparte más tarde. Cuando dejamos tiempo entre una situación y nuestra respuesta damos también tiempo a calmarnos y mirar el "problema" desde otra perspectiva, así mismo, aparcamos un momento el cerebro emocional y dejamos trabajar al cerebro racional.


                                                                                        Paola Báez.

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