Estaba como cada día perdiendo un poco de tiempo en Facebook cuando me cruce exactamente con dos entradas de dos amigos diferentes.
En la primera, una amiga hablaba sobre situaciones de acoso que había tenido que soportar caminando por las calles de una ciudad europea (no digamos nombres propios). El sentimiento de impotencia que sentía al verse en este tipo de situaciones y ser la persona con más cerebro de la situación (valga la redundancia) en las que antes que bajarse al nivel de estos personajes, decidió dar respuestas diplomáticas, ignorarles o irse a llorar a casa. Con miedo, angustia y rabia.
Sin quererlo, me puse en su lugar y aunque no soy de esas a las que les importa estos tipos de comentarios porque los considero provenientes de una raza inferior a la que supero tanto en inteligencia como en maldad y sangre fría, pues la verdad entiendo a todas las chicas y chicos (que los hay) a los que este tipo de actos de falta de educación y de respeto hacia otra persona puedan afectarle DE CUALQUIER MANERA. Así que aunque a mi no me importe, soy una fiel luchadora en este tipo de causas.
En la segunda, y aquí ya si que no entiendo nada de como esta repartido el mundo, otro amigo (de hace bastante tiempo atrás) al que aún hoy considero una persona inteligente, respetuoso y educado, no acertó demasiado al subir una opinión sobre una publicación hecha por una figura pública del otro lado del Atlántico. En esta, la figura pública habla de como el acoso en ese lugar se ha convertido en una clase de postgrado a superar para ser alguien en la vida pública (o algo así).
Como muchísimas otras personas que conozco y que no conozco la reacción de mi amigo fue la de (de alguna manera) culpabilizar a la víctima. Tengo que decir que a pesar de este error, que a mi entender es demasiado común en todas las partes, aceptó que la falta de respeto existía. Aún así, la manera de vestir, la personalidad o incluso la decisión de algunas mujeres de hacer lo que quieran con sus cuerpos, era la CAUSA de este tipo de comportamientos.

El cuerpo de la mujer y del hombre en esencia, son lo mismo. UN CUERPO.
Anatómicamente, sin embargo, son diferentes. Y tienen unas cuantas funciones que nos diferencian unos de otros, sino seriamos lombrices. Aun así, sin importar sus funciones, ambos son cuerpos. Un cuerpo que pertenece únicamente a la persona cuya mente lo controla.
Es decir, yo Paola, me considero la única dueña de mi cuerpo y en tanto que mio, considero que lo que haga con él no le incumbe a nadie más que no sea yo misma. Que te preocupa, pues muy bien, haz cola que hay otros a los que también.
El punto de la cuestión, que yo sea una figura pública o no, que seas mi jefe o no, que seas hombre o mujer, mi tia, mi madre, mi abuela, mi amigo o seas quién seas... me da igual, NO te da ningún derecho a opinar, hacer comentarios lascivos, tocarme o siquiera a sentirte con el derecho de hacer nada de eso. Da igual la ropa que lleve o si llevo o no ropa interior, no es problema tuyo. Si yo decidí vestirme con los pantalones más cortos que encontré y 3 tallas más pequeñas es asunto mio.
A ti, como persona social y con opinión al fin, puede gustarte o NO. Pero de ninguna manera te da derecho a perseguirme, hacerme propuestas indecentes o pensar que la forma que visto es algún tipo de insuación sexual hacia tu persona.
LAMENTO darte la noticia, de que NO ERES TAN IMPORTANTE.
Y aunque no lo creas, las mujeres nos vestimos para nosotras... y cuando no, pues lo hacemos para llamar la atención, pero NO, NUNCA, EN NINGÚN CASO para ser acosadas. Así que si en algún momento mi forma de vestir, mi personalidad o mi comportamiento te hace pensar que TIENES algún tipo de derecho de propiedad sobre MI CUERPO, ¡pregunta! y no quedes como un enargumeno con necesidades sexuales insatisfechas. No solo por nosotras, también por ti.

Porque NO SOY DE NADIE, MÁS QUE MÍA.
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